DISTORSIONES
COGNITIVAS MÁS FRECUENTES QUE AFECTAN LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD
Uno de los primeros pasos para avanzar en el control de nuestra mente, es
darnos cuenta de que ésta tiene un importante papel en el manera en como
percibimos el mundo. Pese a que a menudo nos da la impresión de que son las
circunstancias externas las que determinan cómo nos sentimos, observando
atentamente nuestras reacciones descubriremos que nuestros pensamientos tienen
un importante papel mediador entre nosotros y la realidad. Así, el “diálogo
interno” que forman estos pensamientos tiene una importante repercusión
en nuestro estado emocional.
Aaron Beck y
Albert Ellis, (fundadores de la terapia cognitiva), observaron que a menudo
nuestros pensamientos, lejos de ser fieles a la realidad, hacen que tengamos
una imagen distorsionada de la misma. Además, estos autores observaron durante
su práctica clínica que los sesgos suelen repetirse, de manera que los
agruparon en lo que hoy se conoce como “distorsiones cognitivas”. Algunas de
las principales son las siguientes:
Pensamiento polarizado o dicotómico: tendencia a
calificar las experiencias en términos
extremos u opuestos “todo o nada, blanco o negro, bueno o malo, desastroso o
perfecto” sin tener en cuenta las posibilidades intermedias.
Visión catastrofista: dar una
importancia desmesurada a las cosas negativas (reales o no) que suceden o a sus
consecuencias. “como mi hijo se retrasa al llegar a casa pienso que le ha
tenido un accidente en la carretera”.
Personalización: relacionar
cosas ajenas, exteriores, con uno mismo, implicándose de un modo excesivo o inadecuado
“es porque está enfadado conmigo porque he hecho algo mal”.
Sobregeneralización: tendencia a extraer
una regla o una conclusión generales sobre la base de incidentes aislados,
aplicando la regla obtenida a situaciones más o menos relacionadas con el
original “como hoy me he olvidado los documentos en casa, soy un fracasado y
nunca voy a hacer nada bueno el la vida”.
Filtraje o abstracción selectiva: fijarse sólo
en detalles aislados sin tener en cuenta el contexto global, más complejo, de
la situación “no aguanto que..., es insoportable”.
Interpretación de pensamiento: suponer los
pensamientos o intenciones de los demás sin prueba alguna “leer la
mente”.
Deberías: sentir que uno está obligado a
hacer cosas “yo debería ser..., yo no debería hacer”
Etiquetaje: utilizar
términos inexactos para calificar
conductas propias o ajenas sin tener en cuenta otros matices “soy un estúpido...,
es una mala madre”.
Falacia de justicia: creer que
todo debe ocurrir de una manera determinada y que si no es así es injusto “no
hay derecho a..., es injusto que”.
Razonamiento emocional: creer que las
cosas son así porque uno las siente de ese modo “si siento tantos celos será
porque hay razones para tener sospechas”.
Descalificar lo positivo: quitar
importancia, ignorar o desvalorizar repetidamente las experiencias positivas,
centrándose principalmente en lo que va mal “ante que otro me dice que hay algo
bueno en mi vida también tendría que decirme lo que no va bien”.
Adivinación: hacer
continuamente predicciones negativas sobre el futuro “no quiero salir al cine
porqué sé que lo voy a pasar mal”.
Sesgo confirmatorio: atender
únicamente a aquella información que confirme mis ideas preconcebidas sobre la
realidad “si pienso que alguien es egoísta tenderé a fijarme y a recordar más
los comportamientos que confirmen mi idea de que es así”.
Todas estas distorsiones suponen una visión simplificada y desajustada de
la realidad, cosa que a menudo hace que surjan en nosotros emociones
desagradables. El primer paso para combatirlas es tomar consciencia de que
existen. Estar atentos a nuestro diálogo interno y esforzarnos por detectar
términos simplificadores y absolutistas como “siempre”, “nunca”, “injusto”,
“bueno”, “malo”, “debería”, “no debería”...nos puede facilitar la tarea.
A menudo, el simple hecho de “darnos cuenta” poniendo en marcha estas
distorsiones es suficiente para poder buscar fórmulas alternativas de
pensamiento. Otras veces, sin embargo, el cambio requerirá que nos detengamos
con atención para reformular estos pensamientos y sustituirlos por otros que se
ajusten mejor a la realidad.
Puesto que a veces la vida nos pone por si sola ante difíciles
circunstancias, vale la pena conocer bien nuestro funcionamiento para no añadir
a nuestra situación sufrimiento innecesario. La mente y sus pensamientos son un
arma de doble filo: convertir nuestro diálogo interno en un discurso realista
que nos sirva para motivarnos y no en un relato catastrófico que contribuya a
que nos hundamos está en nuestras manos y requiere, como la mayoría de los
cambios importantes de la vida, un esfuerzo de atención y constancia que sin
duda se verá recompensado.
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